domingo, 20 de agosto de 2017

DUERMO EN LA CALLE.

TEMA: DUERMO EN LA CALLE.
Y dijo Jesús: “En verdad os digo, que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Y después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí.
Yo vi, con mis propios ojos, recortar la punta de unas viejas
zapatillas, para que los pies crecidos del niño de los cerros
pueda calzarlas y no se lastimen con las piedras y las espinas.
Manuel F. Romero M.
Y SIGUE Y SIGUE, NIÑO, SIGUE.
©Todos los Derechos Reservados del Texto. 15/08/2017.
Autor: Manuel F. Romero Mazziotti. Tucumán Argentina.
Sigue niño, sigue, sigue, a tu pobre escuelita de primavera y verano.
Y el niño sigue y sigue, lo impulsa el hambre y el deseo de ser algo
qué veces duerme en la calle, y que la pinta el viento, de polvo ocre
para aprender como dijo su tata antes de morir, trabajando día largo
sus espaldas quemadas por el sol y el viento, del amanecer al ocaso.
La cuenca de sus ojitos, es una seca laguna de niño, y de ser pobre.
Su mochila y en sus manitas callosas, atesoran goma, lápiz y papel
zapatillas gastadas, palomita con hambre y sed, y algo en que creer
y sigue y sigue, lombrices de su estómago, esperan a más no poder
llegar a la escuela y como una limosna el gobierno le dará de comer
a cambio del voto de su padre, que algunos corruptos han de querer
que por derecho le pertenece, como el agua, su vida, y poder SER.
Y sigue y sigue, zapatillas rotas, por la huella de la tierra que lo vio nacer
alejándose de su rancho, en la tierra seca y yerma, de los cerros que ama
con el cóndor en las alturas un ángel de los cielos, que siempre acompaña
a él, bien nacido y cómo el pichón del cóndor, no pudo elegir donde nacer
y el sigue y sigue, mientras le murmura rogándole a su madre Pachamama
que el doctor llegue a su casa y cure del fuerte dolor, a su querida mama.
Los cuencos secos de sus grandes ojos, derraman dos cristalinas lágrimas
ellas trazan surcos en su carita, entre la tierra, su pena, dolor y el hambre
del caminito pequeñito, marcado por las patitas de las cabras en el cerro
y sigue y sigue en las quebradas y las lomadas, parece que busca el cielo.
Sigue a las cabras, negras, blancas, combinadas, lindas, brillante su pelo
en el camino de la escuelita que obedientes siguen al macho del cencerro.
El niño cansado, sigue y sigue, buscando llegar a tiempo para el almuerzo
piensa en sus cuatro hermanitos, y con la ayuda del bueno de su maestro
tiene una huerta, un horno y gallinero, corazón bueno, para ellos sus niños
llevará a sus hermanitos pan, agua, huevos y el amor de un hombre bueno
que es tan bueno como su tata, y cuida a los pobres niños con gran esmero.
El niño sigue y sigue, y canta con toda su alma:
“Caminito de las sierras, lleno de sol y cielo, de espinas, piedras y arena,
llévame a la escuelita, la comidita de este día, me hará olvidar las penas”.
Pero el niño, de tanta hambre, de tanto dolor, ¡¡de tanta, tanta tristeza!!
Sin esperanzas, y sed de SER Y VIVIR, a lo mejor, se cansa.
Y de un pichón de cóndor, se transforme en un buitre.

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